Capítulo 1 Prólogo
Nací para esto. No sé si lo llevaba en la sangre o no, no conocía mi verdadero origen, solo sé que fui desterrado como un maldito estorbo. Los que debieron cuidar de mí cuando era pequeño, y quiénes supuestamente eran mis padres, nunca existieron. No sabía nada de ellos, tampoco es que me haya importado, absolutamente nada de ellos lo hacía.
Lo único que sabía era, que por mis venas corría odio y por mis puños sangre cada vez que exterminaba a mis adversarios cuando subía a la jaula de luchas, dónde acostumbraba a venir todas las noches. Esto se había convertido parte de mí, de mi vida.
Este lugar era mi refugio, lo que necesitaba, lo único que tenía. Era un maldito que aniquilaba a todo el que se me ponía enfrente. En parte me servía, desquitaba una pizca de ese odio que corría por mis venas.
Este era mi mundo, y esto es lo que soy cuando me encuentro arriba del cuadrilátero, una bestia sin corazón, sin ningún sentimiento grato, porque así es como la vida cruel y solitaria me enseñó hacer. Vivir en un infierno dónde solo hay sangre y dolor, y ese era mi orgullo.
Durante mucho tiempo las pesadillas me abrumaron; sin embargo, mientras más pasaba el tiempo, mi corazón se iba endureciendo, de una manera que nada ni nadie podía hacerme sentir algo agradable. No conocía la bondad, la misericordia o algo relacionado con eso, únicamente existía el sufrimiento, el placer de aplastar y matar a otros. Diario me llenaba las manos de sangre, y eso se había vuelto como una droga para mí, un vicio que me ayudaba a seguir adelante.
Las luchas eran todo lo que tenía y la verdad era lo único que quería tener en este jodido mundo. Crecer en este infierno me ha servido para no ser un maldito debilucho.
A veces pienso que esto fue lo mejor que me pudo haber pasado, el no tener una familia ni nadie por quien debilitarme, eso te transformaba en la bestia que era hoy. Pero en el fondo sabía que nunca quise esto, que en algún momento deseé otra vida, algo bueno, pero ya estaba hecho, este había sido mi destino y ahora disfrutaba ser alguien implacable y cruel. Negar mi naturaleza era como mentir, y odiaba esa mierda.
La gente al final tenía la razón por el apodo que me dieron. Demon, y eso me enorgullecía, a tal punto que eso me daba más fuerza para aplastar más cabezas con mis propios puños.
Si en algún momento llegará a tener la oportunidad de tener enfrente a esas personas que se llegaron a llamar «mis padres» Sin dudarlo ni un segundo, los acabaría de la misma forma como lo hago con los cabrones que se suben a las jaulas, lento y doloroso. Que sufran de la misma manera que yo sufrí durante mi niñez.
Pagarán cada una de mis cicatrices con su propia sangre, no importa que sea la misma que corre por nuestras venas. No tendré compasión, como ellos no la tuvieron conmigo cuando me abandonaron en este jodido infierno.