Capítulo 1 ¿Cuánto tiempo llevas haciendo esto
El viernes por la noche a las ocho en punto, se estaba celebrando un banquete en el Four Seasons Garden Hotel. No solo todo allí era lujoso, sino que había un ambiente feliz con las personas brindando y charlando alegremente.
Al mirar la señalización, Nina Lu dijo: «Debe ser aquí».
Sin embargo, no pudo evitar sentir confusión al pensar que no sería fácil entrar en un lugar así sin una invitación. ¿Qué iba a decir en todo caso? Mientras se preguntaba eso, una figura delgada apareció justo frente a ella. Era Isabella Zhang, su compañera de clases.
«Isabella», la llamó saludándola. Como volviendo a la realidad, la chica se dio la vuelta parpadeando sorprendida cuando vio quién era. «¿Qué haces aquí?».
Al acercársele no olió el Perfume de Feromonas que le había dado y cuestionó: «¿Por qué no llevas el perfume?».
«Tengo algo urgente que hacer, por eso no me lo puse». A decir verdad, ella no estaba acostumbrada a usar ningún tipo de fragancia. Entonces miró a la multitud. «Por cierto, ¿podrías ayudarme a entrar?».
«Por supuesto», dijo la joven Zhang con una sonrisa inocente cuando algo brilló en sus ojos.
Enseguida se sacó el perfume del bolsillo y lo roció sobre Nina de arriba a abajo.
Tosiendo, esta se tapó la nariz. «Soy alérgica a este olor», explicó al tiempo que agitaba la mano en el aire.
Sin darle tiempo para pensar, Isabella la llevó al hotel y la empujó hacia el ascensor.
Una vez que la chica desapareció ahí dentro, una sonrisa cruel se dibujó en su compañera, pensando en que afortunadamente llevaba el perfume con ella. La verdad es que este era un invento oportuno, pues sin importar cuán pura o santa era una mujer, ella actuaría de manera provocativa bajo su influencia, e independientemente de lo abstinente que fuera un hombre, él sería seducido por el olor.
Ese día había cientos de hombres en la fiesta. Isabella sonrió y en su mente dijo: ‘Buena suerte, Nina. Por tu bien, espero que no te acuestes con alguien muy feo’.
Nina llegó al vigésimo piso, donde únicamente había dos suites VIP. Ella tocó la puerta de la de la izquierda, la cual abrió un sujeto encantador con una mujer coqueta en sus brazos.
Tambaleándose hacia atrás, ella pensó que estaba en la habitación equivocada, y apartando la mirada, se excusó avergonzada: «Lo siento. Pueden continuar».
Tan pronto como se dio la vuelta, él la detuvo. «Espera, ¿estás buscando al señor John?».
Este la miró de los pies a la cabeza, pensando en lo pura que se veía y que tal vez por eso John podría no echarla como lo había hecho en el pasado con otras.
Tan solo unos minutos más temprano James Shi había llamado a John Shi para decirle que planeaba darle una sorpresa, pero no esperaba que la chica llegara tan pronto.
«Él está adentro». Antes de que la joven pudiera entender a lo que este se refería, él la empujó adentro y cerró la puerta.
Nina entró en la suite, tambaleándose hasta casi caerse. Cuando la puerta se cerró detrás de ella, sus ojos inspeccionaron la habitación.
No bien escuchó pasos aproximarse a ella, se dio la vuelta para encontrarse a un hombre alto y apuesto que la sorprendió. A pesar de que había visto a muchos tipos guapos en su vida, ninguno de ellos podía igualar al que se encontraba frente a ella en ese instante.
La parte superior de su cuerpo era muy firme, su piel clara y sus músculos definidos eran extremadamente atractivos, en especial ahora que las gotas de agua caían entre sus abdominales. Ella tragó grueso ante esta imagen.
«¿Te parece bien lo que ves?», preguntó este con frialdad, devolviéndola a la realidad. Al recordar su trabajo, la chica giró la cabeza con brusquedad y se disculpó: «Lo siento. Me parece que entré en la habitación equivocada».
En este mundo solo había dos clases de personas que se equivocarían de habitación: los estúpidos o los manipuladores. Él pensó que ella era de los segundos.
John Shi la miró fijamente. Ella tenía un rostro hermoso con una delicada nariz puntiaguda.
Su piel de porcelana estaba teñida de rosa claro y sus ojos brillantes estaban muy abiertos y llenos de inocencia. Había algo en ella que lo atrajo casi de inmediato y sonrió.
«No, no te equivocaste».
Esta chica debía ser la sorpresa de la que James le había hablado.
Él ya estaba acostumbrado a este tipo de cosas, aunque a las mujeres que el otro le había enviado antes las había sacado de allí. De hecho en un punto ni siquiera se molestaba en mirarlas.
Al ver que esta frente a él tenía alrededor de veinte años, aproximadamente edad de James, sintió que tenía que ser amable con ella.
«¿Cuánto tiempo llevas haciendo esto?», le preguntó como si estuviera regañando a su sobrino, James.
Con una mirada de desconcierto en su rostro, Nina frunció el ceño. «Es mi primera vez», dijo con sinceridad.
Ella no solía manejar casos que no habían sido discutido en la sala de profesores y esta fue la primera vez que salió a hacer una investigación de campo.
Le había dicho que había dos casos de suicidio que estaban a punto de cerrarse en la comisaría. No obstante, ella tenía el presentimiento de que no era un simple suicidio. Lo cierto es que había ido allí para conectar ambos eventos, puesto que creía que las víctimas estaban conectadas y quería descubrir más pistas que pudieran vincularlas.
La semana anterior ella había estado deambulando por los hoteles cercanos con la esperanza de encontrar algunas pistas para demostrar su punto.
«¿Tu primera vez? ¿Así que todo lo que has aprendido es teoría?», preguntó él sentándose para luego agarrar una copa de vino y tomar un sorbo.
Nina lo miró por accidente y descubrió que no podía quitarle los ojos de encima a este hombre.
«Estudié la parte teórica durante dos años».
«¿Ah, sí?», se burló él como si acabara de escuchar una broma.
‘¿De verdad enseñan teoría en este tipo de profesión? ¿Cuáles son sus trabajos de grado, encontrar un hombre con quien practicarlo?’.
«No me menosprecie», espetó la chica. El instante en el que estaba a punto de voltearse para marcharse, escuchó su voz.
«¿Qué te hace pensar que eres digna de respeto? ¿Cuánto te pagaron?», dijo encendiendo un cigarrillo y exhalando una nube de humo. Él no creía que las mujeres hicieran cosas así sin cobrar.
«Nada», replicó ella con frialdad.
¿Nada?
Ella era la chica más hermosa que él jamás había visto, tanto así que en ese círculo podría valer decenas de miles de dólares.
Al ver que esta estaba a punto de irse, John se molestó. «¿Acaso dije que te puedes retirar?».
Nadie podía llegar e irse así como así bajo su techo.
Por su parte, ella se detuvo y su corazón palpitó de ira. «Mire, nuestra profesión no se puede medir con dinero. Debe comprender lo peligroso que es esto, especialmente en casos de este tipo. En un espacio tan cerrado alguien podría morir si no hago bien mi trabajo, así que debería irme ahora».
¿Alguien podría morir?
El hombre bajó la mirada inconscientemente. ¿De verdad era él tan terrible?
Los ojos de Nina se agrandaron, como si de repente se diera cuenta de todo.
Este sujeto debe haberla confundido con…
Entonces se sonrojó.
«¡Es un… sinvergüenza!», exclamó indignada mientras lo señalaba.
Inexpresivo, él se preguntó cómo podía ella llamarlo así si estaba a su servicio esa noche.