Capítulo 1 Prólogo
Algunas personas me han dicho que su etapa más hermosa ha sido la de la secundaria, y bueno que les puedo decir, la mía no fue la mejor, fue un poco monótona, aburrida, ya que mis compañeros de clase no tenían mucho que ver conmigo, siempre estaban los grupitos, ¿Sabés?, Sí esos que están conformados por los más populares, los puntualitos, y los raritos, yo era un poco más de el último la verdad, pero aún así, no pertenecía como tal a ningún grupo en específico, solo cruzaba con todos de vez en cuando unas que otras palabras.
La líder del grupo de los populares era Leiza, una chica super arrogante, autosuficiente y creída, aunque no se puede negar que si era muy inteligente y aplicada. Era la jefa de destacamento en el aula y se creía que por sólo esto, todos deberían estar a sus pies. Nunca nos llevamos bien por razones obvias.
Todos los del grupo de los «populares» eran muy diferentes a mí, no tenían mis mismos gustos, ni compartíamos las mismas ideas, y los demás compañeros del aula luchaban cada día por ser simpáticos con este grupito para poder integrarse en el. Trataban de estar a la moda, de vestirse de marca, de siempre acudir a los lugares más caros y presumir su nueva ropa cada semana, mientras que yo era feliz en mi cama comiendo palomitas y viendo ondeadas de películas y series con mi ancha sudadera y mi tecito antes de dormir, sin intentar aparentar lo que no era ante nadie, siendo quién era cada día de mi vida, aunque no todos estuviesen felices con esto, por ser la «rara» la que no compartía gustos similares a las adolescentes normales, que se suponía que fuesen ellos.
Es por eso que digo que yo tenía un alma maravillosamente atractiva, un alma que atraía aunque no a muchos, un alma diferente, que no todos podían ver, pero si salía a relucir en mi, en mi forma de actuar, de tratar y mayormente de ser, ahí eran donde estaban la mayoría de mis problemas con los que me rodeaban, simplemente no entendían como alguien en pleno siglo XXI podía tener mis gustos, podía ser original pero no el tipo de originalidad que ellos acostumbraban a ver, podía ser yo.
Antes de que mi vida se convirtiera en todo un caos, conocí a buenas amigas, lo único bueno que puedo decir que me llevé de la secundaria fue a «Jaiz» mi mejor amiga en aquel momento. Una chica muy parecida a mí y que hizo más amenos mis días en los que no me sentía cómoda con ningunos de mis compañeros de aula.
Jaiz tenía el pelo lacio, negro azabache a media espalda, que hacía lucir muy bien su silueta por detrás, los ojos los tenía negros también, era alta y su cuerpo era el de una de una barbie, realmente esta chica era una de las más bonitas de la escuela. Era muy parecida a mi moralmente pero no tanto físicamente. Le gustaban algunas cosas que a mí no, pero la mayoría de sus gustos si combinaban con los míos.
La secundaria fue una etapa un poco compleja en mi vida, yo diría que la etapa más complicada, pero Jaiz fue un pilar muy importante en los primeros dos años.
En aquel entonces una niña ingenua y muy indefensa no sabía a todo lo que se enfrentaría solo por haberse enamorado del chico no indicado. Owen encendió en mi en no tanta diferencia de tiempo, muchas chispas que cuando apagaron me desplomaron, me desbastaron, rompieron mi ingenuidad y la confianza que le tenía a las personas. Me llevó al cielo y al infierno en un instante.
A veces cuando somos jóvenes, por escuchar a nuestro corazón nos dejamos llevar y no sabemos que a veces nuestra mente tiene cosas más importantes y esenciales que enseñarnos.
Escrito en un día de depresión…
Sin fecha, sin título…fue solo en el momento en que una de mis cicatrices volvió a sangrar…
por lo visto aún no estaba sana.
Una cara linda no lo es todo. Una cara linda no significa nada, de hecho son las caras lindas las que más errores te hacen cometer. Yo estuve con un chico súper precioso, su físico era literalmente perfecto y esa persona fue la que más daño le hizo a mi vida, de la persona que hoy por hoy más me arrepiento de haber tenido algo, si se puede decir que aquel romance fue algo, la persona que me dejó la herida más profunda, una herida que nunca va a sanar, de esas heridas que se quedan plasmadas y nunca sanan, esas que dejan cicatrices.